Imagen extraída de https://ethic.es/2021/01/timeline-una-breve-historia-de-las-vacunas/
SOBRE CÓMO LA HUMANIDAD HA LOGRADO SALVAR 1500 MILLONES DE ALMAS
Una vacuna es un cinturón de seguridad contra los accidentes de la enfermedad, estrictamente no es un medicamento, no nos cura de nada que ya hayamos desarrollado sino que evita que enfermemos. Se enmarca, pues, dentro de la llamada medicina preventiva.
Vacuna viene del latín vacca, o sea, de la palabra vaca, pues dicho mamífero, como veremos más adelante resultó crucial a la hora de su descubrimiento.
Vacunarse consiste en inyectarle a una persona o animal un líquido que contiene, muerta o muy debilitada, a la bacteria o virus causante de una enfermedad. Hay veces que con inyectar un trozo de ellos ya resulta suficiente. Así le provocamos al cuerpo una infección leve que este es capaz de controlar fácilmente mediante la generación de unas células de defensa llamadas anticuerpos y linfocitos. Dichas células, una vez sofocado este simulacro, guardarán memoria y se reactivarán por si "los malos", esta vez en plenitud de facultades, vuelven a atacar en otro momento de la vida. Decimos entonces que el cuerpo está inmunizado.
La vacuna, por así decirlo, entrena al cuerpo para que cuando llegue el partido de la verdadera infección lo gane por goleada.
CHINA, LA PIONERA (Qué ironía a día de hoy, ¿verdad?)
La viruela es la enfermedad que más ha asolado a la humanidad a lo largo de su historia. Hay vestigios o referencias históricas directas de feroces epidemias que contribuyeron al declive de grandes civilizaciones antiguas, como la egipcia, el Imperio Romano, los Aztecas, etc.
Se sabe que en la China, sobre el siglo X, cuando había una epidemia de un tipo de viruela débil, o sea, de baja mortalidad, se cogían pústulas secas (costras) de algunos enfermos y se molían para luego ser sopladas y espolvoreadas hacia el interior de la nariz de la gente sana. Más adelante, cuando luego llegaba una viruela de tipo agresivo dichas personas enfermaban con menos gravedad o, directamente, no enfermaban. En concreto hay registros de que esto ya lo hacía una monja budista alrededor del año 1020.
Por cierto, a este rudimentario proceso para conseguir inmunidad se le llama variolización, palabreja esta que deriva de variola, nombre del virus causante de la viruela.
A Europa llega en 1720 de la mano de otra mujer, Lady Montague, que lo aprendió en Constantinopla (actual Estambul, en Turquía) aprovechando que su marido estaba destinado allí como embajador de Inglaterra. Estaba tan convencida que se atrevió a practicársela a sus propios hijos.
Pero la variolización daba problemas. A veces la pústula era joven y llevaba demasiada carga infectiva, o la persona de la que se extraía sufría alguna otra enfermedad que se le acababa transmitiendo a quienes se les insuflaban estos polvos. O sea, literalmente podía ser peor el remedio que la enfermedad de la que intentaba proteger.
JENNER, EL MÉDICO TENAZ Y ATREVIDO QUE LAS DESCUBRE A FINALES DEL XVIII
(Primera generación de vacunas)

Y en estas llegó Edward Jenner, un joven médico rural inglés al que estando de prácticas lejos de casa durante la primavera de 1796, le llega una paciente con unos granitos en la piel y le dice algo así como: "Viruela humana no es, porque yo ordeño vacas, me infecté y ya he pasado la viruela bovina (una versión más más leve y que no mata) y ya se sabe que esta te protege de la otra". En ese momento recordó que por su tierra también se comentaba eso mismo y se decide a investigar el asunto tan a fondo que le dedica más de 20 años de pruebas y recogida de datos extrayendo pus de las llagas que tenían las vacas enfermas de esta viruela para inoculárselo a otros animales y tratar así de inmunizarlos. Así, poco a poco va calibrando las condiciones y dosis más efectivas hasta atreverse con el gran salto: probar la vacuna en humanos. Ni más ni menos que como se procede en la actualidad, primero en modelos animales y, cuando hay visos de seguridad, se experimenta en humanos. ¡Chapeau, Edward!
Para ello toma a James Phipps, de 8 años de edad e hijo de su jardinero, para rasparle el brazo e introducirle una dosis atenuada de viruela bovina que previamente había extraído de una ordeñadora enferma (Sarah Nelmes). Y aunque el niño pasa unos días con mal cuerpo, sin apetito y con dolor de cabeza se recupera sin grandes sobresaltos. Jenner espera varias semanas y repite el procedimiento pero metiéndole esta vez la viruela humana. Y, tal y como esperaba, el muchacho no enferma... ¡el bienestar de la humanidad acababa de iniciar un salto de gigante!

Pensemos que la viruela hasta que gracias a la generalización del uso de la vacuna es erradicada mató, solo durante el siglo XX, a más de 300 millones personas. También fue fundamental en la Conquista de América (los europeos les llevamos sin querer infecciones para las que los indígenas no estaban inmunizados pero ellos sí. Resulta ridículo creer, por ejemplo, que Hernán Cortés, ciento y pico soldados y unos pocos caballos acabaron con los centenares de miles de aztecas de un imperio bien organizado como lo fue el suyo. Hay estimaciones que hablan de que hasta un 90% de las muertes de los indígenas americanos fueron causadas por las enfermedades infecciosas exportadas por los europeos).
Nuestro médico rural va en 1797 y se planta todo contento con su descubrimiento en la academia científica más importante del mundo en aquellos tiempos, la Royal Society de Londres, les cuenta todo y como no podía explicar la razón de su éxito porque los microscopios de esa época aún no daban para ver bichitos del tamaño de los virus, pues dudan de él y le sueltan un vuelva usted mañana con más pruebas que hubiese firmado el mismísimo Larra.
Jenner no se arruga, vacuna a su hijo de 11 meses y a otros niños. Vuelve a tener éxito, se viene arriba y en 1798 publica una investigación que recopila todo su trabajo anterior (Una investigación sobre las causas y los efectos de la viruela bovina) y donde propone por primera vez el término vacuna para su técnica de prevención de la viruela.
Pero aún así su triunfo total no va a ser fácil, parte de la iglesia anglicana se le echa encima porque consideran que impedir la enfermedad es ir en contra de la voluntad divina (nos suena este clásico, ¿verdad? Miguel Servet, Galileo...). Además, sus compatriotas siguen tomándose a chufla su propuesta, tal y como refleja la siguiente caricatura en la que se ve a Jenner en un hospital intentando vacunar a una mujer mientras a la gente de su alrededor le brotan vaquitas de sus cuerpos.
Esta mofa, no exenta de miedo, recuerda a la que poco antes había sufrido pocos años antes otro grande de la Ciencia, Charles Darwin cuando en su propuesta de evolución de las especies situaba al mono como el ancestro más cercano al ser humano:

Pero la verdad es tozuda y Jenner y su vacuna triunfan en vida convirtiéndolo en el doctor más famoso del momento: sus colegas médicos de otros países le demandan información y él la comparte gratuitamente y hasta les envía muestras para que ellos mismos las usen con sus pacientes. Varios reyes lo agasajan con regalos y el parlamento británico le reconoce su trabajo con un buen dinerito. Incluso el todopoderoso de la época, Napoleón lo admira tanto que, estando en guerra con Inglaterra, acaba liberando a unos prisioneros británicos cuyas madres habían pedido previamente a Jenner para que intercediera por ellos. Con tal fin, le escribe una carta y el famoso emperador francés acepta soltarlos de inmediato aduciendo la siguiente razón: "No le puedo negar nada a uno de los más grandes benefactores de la humanidad".
BALMIS, EL ESPAÑOL QUE DIFUNDE LA VACUNA DE LA VIRUELA POR EL MUNDO
Año 1803, la mayor gesta humanitaria de la historia se está fraguando.
Francisco Javier Balmis, uno de los médicos militares del rey español Carlos IV está al tanto del éxito que la vacuna contra la viruela está teniendo en Madrid y es un ferviente defensor de la misma. Es un hombre tímido pero, por una vez, le puede su filantropía y se atreve a proponerle al monarca una aventura que debiera estar escrita con letras de oro en la Historia: la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna. No le cuesta convencerlo, Carlos IV había perdido una hija por esta enfermedad y está sensible con el tema. Además, la viruela había hecho estragos un año antes en el Nuevo Continente y con la vacuna se podrían evitar las pérdidas significativas de población que a la postre terminan por debilitar a cualquier estado.

En pocos años conseguirán inmunizar a medio millón de personas a lo largo de toda América y Asia y, además, crearán las Juntas de Vacuna compuestas por autoridades y doctores que velarán por generalizar su uso, registrar a los vacunados y conservar el suero apto para vacunaciones futuras. Esto salvaría millones de vidas. Casi na.
Pero tan insigne aventura no va a estar exenta de polémica. La falta de brotes de viruela bovina hace que no se pueda conseguir allí el preciado líquido para empezar a vacunar. No hay más narices que transportarlo desde aquí y conseguir que llegue fresco al Nuevo Mundo. Todo un reto porque el suero solo dura fresco unos días y el viaje por mar dura varias semanas. Se hace el intento de trasladarlo en forma de suero desecado, pero siempre llega inservible. Luego se valora llevar a las propias vacas enfermas, sin embargo también se desecha porque una vez allí sería difícil con la lentitud de estos animales expandir la vacuna con rapidez por todos los territorios. Esta es una misión a lo grande, oiga.
Así pues, como en esta época todavía no hay neveras, solo hay un método plausible: cruzar el Atlántico llevando la vacuna dentro de una persona y, antes de que se estropee, pasársela a otra y así sucesivamente hasta tocar tierra. Serían como tener una especie de viales vivientes.
Para ello primero piensa en utilizar soldados pero ha de asegurar que la cadena de transmisión no se rompa y si alguno de estos adultos hubiera pasado ya la viruela bovina entonces la vacuna no agarraría. Además, sabía que por las penalidades del viaje transatlántico los adultos morían con más facilidad que los niños. No había más remedio, debió pensar que esta vez los beneficios del fin justificaban con creces la más que dudosa ética de los medios: la portarán 22 niños huérfanos, todos varones de entre 3 y 9 años que "siendo sucesivamente inoculados brazo a brazo en el curso de la navegación conservarán el fluido vacuno fresco y sin alteración" hasta llegar a América. Eso sí, les promete que allí recibirán una buena educación. Alguno de ellos incluso llega con el tiempo a ejercer de abogado en México.
Fases de crecimiento del grano en función de los días transcurridos tras la inoculación
Sabedor de la dureza del viaje y de la importancia que para el éxito de la misión tiene el que los niños lleguen bien, contrata para sus cuidados a Dña. Isabel Zendal, rectora de uno de los dos orfanatos gallegos del que proceden y de la que le impresiona lo bien que sabe llevarlos. Pone como condición incluir en la expedición a Benito, su hijo adoptivo. Estupendo. Para Balmis contar esta mujer que también hará de enfermera resulta crucial y llega a decir de ella que "con excesivo trabajo y rigor de los diferentes climas que hemos recorrido, perdió enteramente su salud, infatigable noche y día ha derramado todas las ternuras de la más sensible madre" para asistir a los niños "enteramente en sus continuadas enfermedades".
Cada 8-10 días, que era lo que tardaban en salir las llagas de las que extraer la vacuna, raspa los bracitos de los infantes para extraerles el suero e inocula a dos nuevos niños, no vaya a ser que a uno de ellos le dé demasiado fuerte el tema y fallezca antes del momento óptimo de trasvase al siguiente. Nuestro médico ha pensado en todo. Ya en América, tras cada etapa, iría reclutando entre los lugareños nuevos niños para poder continuar con la expansión de la vacuna.
Balmis pasa por las Canarias, Puerto Rico y llega a Venezuela. Desde allí y para optimizar recursos, su segundo de a bordo, el cirujano catalán Salvany continua hacia América del Sur mientras que él, tras vacunar algunas ciudades del sur de EE.UU., se dirige a Filipinas para luego penetrar en el continente asiático, en donde llega a plantarse en la mismísima China antes de regresar a España en 1806 y ser recibido con todos los honores. Salvany no tiene tanta suerte y se deja la vida vacunando bolivianos en 1810.
Una vez, estando en Cuba, necesitó niños pero al no convencer a los suficientes llega a comprar a tres esclavas, las únicas niñas que participaron en esta aventura. No estuvo bien, pero recordemos que eran otros tiempos y que juzgar otra época con ojos del presente da lugar a un juicio a todas luces injusto. Eso sí, el asunto le debió remorder la conciencia porque cada vez que reclutaba ponía una condición: que una vez transportada la vacuna a cada ciudad del viaje los niños fuesen devueltos a su lugar de origen y, salvo en la primera de ellas, el salto a América, la mayoría de las veces esto se cumplió. Tal era su grado de compromiso con esto que incluso años después de su regreso a España, en 1810, seguía pidiendo a las autoridades que retornasen a aquellos primeros niños.
No recuerdo que a mí me hablasen de Balmis en la escuela. Una pena y una injusticia que recientemente ha tratado de reparar el ejercito español llamando "Operación Balmis" a la misión humanitaria que durante la actual crisis del Covid ha montado hospitales de campaña cuando los ordinarios estaban al borde del colapso y que ha desinfectado aeropuertos, estaciones de tren, residencias de mayores y otras infraestructuras donde se produce aglomeración de personas. Más de 90 mil soldados desplegados por toda España, ahí es na.
PASTEUR, UN DESCUBRIMIENTO QUE NO DA RABIA
(Segunda generación de vacunas)
Imagen tomada de https://www.meisterdrucke.es/impresion-art%C3%ADstica/French-School/1046011/Representaci%C3%B3n-en-caricatura-del-cient%C3%ADfico-Louis-Pasteur,-inventor-de-la-vacuna-contra-la-rabia,-vacun%C3%A1ndose-contra-las-condecoraciones-prusianas.-Publicado-en-%E2%80%9CDer-Floh%E2%80%9D.html
Unos 80 años más tarde, Louis Pasteur se da cuenta de que para vacunar contra una enfermedad es más efectivo hacerlo con el germen debilitado de esa misma enfermedad que con el de otra parecida, que es lo que había hecho Jenner. Además, así ya no hay que marearse buscando bacterias afines pero menos nocivas para la salud.
Parece ser que ocurrió gracias a una feliz casualidad, lo que la Ciencia llama una serendipia y el común de los mortales carambola. Bueno, al lío. Pasteur y su ayudante se van de vacaciones un mes pero antes él le encarga que inocule a unos pollitos con la bacteria del cólera aviar, que luego a la vuelta ya les echarán un vistazo. Al ayudante se le olvida hacerlo pero vuelve antes, ve el cultivo de bacterias un poco chuchurrío y aún así decide pinchárselo a las aves. Estas desarrollan una versión leve de la enfermedad. Entonces vuelve Pasteur, se lo cuenta atemorizado y le dice que los va a matar y empezará con pollos y bacterias nuevas. Pero a nuestro genio se le enciende la bombilla, se acuerda de que lo de Jenner se hace con una viruela debilitada y le suelta un francés una especie de "quieto parao ahí". Coge a los pollos, les mete la bacteria sin debilitar y voilà...los pollos no enferman, eran inmunes: había creado la vacuna contra el cólera de las gallinas, algo muy importante económicamente para las granjas de pollos no solo entonces sino también en la actualidad.
Con vacas, pero de la misma manera, consigue prevenir una enfermedad que aunque afecta con más frecuencia al ganado también se transmite a humanos, el ántrax. En ese momento decide homenajear a Jenner y cuando publica sus hallazgos mantiene el término vacuna que este mismo había acuñado en sus escritos para estas técnicas de inoculación.
Y finalmente logrará que estemos mucho más tranquilos cuando jugueteamos con los que dicen que son nuestros mejores amigos, los perros: conseguirá la vacuna antirrábica. Veamos la historia porque otra vez alguien de corta edad va a ser el protagonista.
A finales del XIX cuando un perro rabioso te mordía, los síntomas de la enfermedad (acaba afectando al cerebro provocando alucinaciones, convulsiones y parálisis) podían tardar hasta un año en aparecer pero, inevitablemente, conducían a la muerte. Hasta 1885, que llega Pasteur y se atreve con ella.

Ya había hecho algunas pruebas con perros pero aún no en humanos cuando Joseph Meister, un travieso zagalillo al que de camino al cole le da por coger un palo y tontearle a un chucho con malas pulgas y mucha rabia. La mamá sabedora del cruel destino que sufriría su vástago deja su Alsacia natal y viaja a la capital parisina buscando una solución. Es así como la mordedura llega a oídos de nuestro Louis, que se lo piensa. La vacuna para el virus de la rabia la había testado en conejos y perros pero no lo suficientemente; además él no era médico sino científico puro (químico, físico y matemático...un mindundi, vamos) y el asunto podía derivar en ingratas consecuencias legales para su persona. Lo consulta con los colegas, evalúa el riesgo y decide lanzarse a vacunarlo: 10 inyecciones en sendos días consiguen salvarle la vida al muchacho y le dan tanta fama a Louis en la sociedad francesa de la época que el gobierno acaba recogiendo dinero en una colecta nacional y extranjera para fundar el Instituto Pasteur que él mismo dirigirá y donde continuará sus trabajos sobre las enfermedades infecciosas. Este centro, en el que Meister trabajaría como vigilante hasta su muerte, sigue siendo a día de hoy un referente mundial en investigación médica.
Solo en los 15 meses posteriores al descubrimiento más de 2500 personas afectadas de mordeduras caninas fueron salvadas por la vacuna de Louis, que tenía una efectividad del 98-99%. Desde el 2000 al 2016 se estima que son más de veinte millones, casi media España.
Por cierto, cuando una enfermedad pasa desde los animales a los humanos decimos que ha ocurrido una zoonosis. La rabia es un claro ejemplo de ello.
SIGLO XX: LAS VACUNAS REVOLUCIONAN EL CONTROL DE LA SALUD PÚBLICA
El camino ya estaba marcado y a finales del XIX se obtienen las primeras vacunas para prevenir en humanos la diarrea grave, el cólera, tétanos, difteria y la peste.

A mediados del siglo XX los gobiernos de los países desarrollados se dan cuenta de que económicamente les es mucho más rentable invertir en prevenir que en curar, que la mayoría de veces se enferma durante la niñez y que los cuidados paliativos pueden prolongar bastantes años la vida de los enfermos. Entonces inician políticas que apuestan verdaderamente por la vacunación masiva. Se dice que, exceptuando la generalización del acceso de las personas al agua potable, ninguna otra medida, ni siquiera los antibióticos o cualquier otra clase de medicamento, ha salvado más vidas: millones de gracias, señores Jenner, Balmis y Pasteur porque la poliomielitis, la tuberculosis, el sarampión, las paperas, la rubeola, las hepatitis A y B, la difteria, el cólera, etc... han podido ser erradicadas en algunos casos o de escasa incidencia en otros.
JONAS SALK...POLIO
Dejó dicho el gran Pasteur: "Un poco de Ciencia nos aleja de Dios, pero mucha Ciencia nos devuelve a Él".
Bueno, pues ya sea con la Ciencia, con Dios o con ambos a la vez, esperemos que llegue pronto una VACUNA SEGURA ("investígame despacio que tengo prisa") para el SIDA, la hepatitis C y, sobre todo, para el tristemente célebre estos días Coronavirus SARS-CoV-2 y podamos recordar el 2020-21 como un mal sueño que al menos sirvió para que como sociedad aprendimos a exigirles a los políticos y políticas que #SinCienciaNoHayFuturo.
Y que sea de verdad, que por una vez no sea de boquilla para vendernos humo con el fin de conseguir nuestro voto.
"Sólo la cultura da libertad...sólo el que sabe es libre, y más libre el que más sabe"
D. Miguel de Unamuno
Esta es, en última instancia, la razón de ser de este modesto blog.
¡Gracias por leerlo y ayudar a su difusión!
FUENTES CONSULTADAS:

Comentarios
Publicar un comentario